miércoles, 3 de agosto de 2022


UNA ANECDOTA

Hace 51 años un 17 de Octubre de 1971 me presente en un concurso  organizado por la Secretaria de Cultura de la Municipalidad de General Pueyrredón, donde convidaban a participar a todos los colegios secundarios de Mar del Plata, los participantes debían presentar dos canciones inéditas escrita por ellos y cantarlas frente al público presente. El evento de desarrollo en el Teatro del Hotel Provincial sin tomar dimensión en el momento de anotarme del lugar donde se desarrollaba el mismo.

Y llego el día anunciado, me fui con mi guitarra criolla que había comprado con mi primer sueldo marca  “TANGO” y que había aprendido a tocar gracias a las revistas de la época donde enseñaban algunos acordes sin saber si era un Mi Menor o un Sol Mayor.

Hasta ese momento de los nervios y con el temor de olvidarme las letras de las canciones que iba interpretar  todavía  no me daba cuenta de  la dimensión del teatro hasta que una vez en el escenario escuchando las directivas del organizador se me dio por mirar a través de la enorme cortina que separaba el mismo del público y del susto decidí no presentarme, al comunicárselo al organizador uno muchacho de unos 30 años y yo con mis 18 años se puso blanco y me pidió casi de rodillas que no lo abandonara, que le pidiera lo que quisiera, habían faltado varios concursantes y al no presentarme le podían tirar el  teatro abajo, imaginen todos jóvenes y en esa época bien revolucionarios, fue tanto su suplica que solo se me ocurrió pedirle una banqueta para apoyar el pie para sostener la guitarra, imaginen la escena, un cara entrando con un banquito para dejarlo al medio del escenario y yo detrás haciéndome el  Bob Dylan.

Me presente explicando que iba a cantar dos canciones ..una de ellas la compuse para mi querido profesor de Economía Política el cual nos enseñó a debatir y a escucharnos sin agresiones. Nos hizo leer a grandes economistas, como Keynes, Adam Smith y cuando dije Carlos Marx fue toda una ovación, cuando explique la segunda interpretación dije:  esta canción se lE hice en homenaje al General, padre de la patria un ejemplo a seguir que estrene un 17 de octubre en vez de decir un 17 de Agosto (cosa que después me aclararon mis compañeros), la ovación fue mucho más que la anterior.

Cante la primera canción y al comenzar la segunda se produjo un silencio sepulcral,

 

El Señor marco tu destino

Padre de la Patria enséñame a triunfar

a tu hija indicaste el camino

con tus máximas llenas de verdad…

 

El estribillo decía:

San Martin, San Martin, San Martin

(el silencio continuaba y yo me iba agrandando)

Al cóndor andino asombro tu paso

por la cordillera en alas de paz

Ni el correr del tiempo ya nada ni nadie

Ni hasta viento blanco lo podrán borrar

 

San Martin, San Martín, San Martín

 

Oh Señor del Andes padre de la patria

América toda honra tu memoria

gracias por tu ejemplo de amor y bondad

Por tu valentía y nuestra libertad

 

San Martín, San Martín…San Martín

 

El silencio continúo unos minutos, hasta que alguien empezó a aplaudir y comenzaron a contagiarse todos, agradecí mientras las cortinas se iban cerrando frente a mí.

Luego guardé mi guitarra, salí por la puerta por donde había entrado y nunca más supe nada del concurso ni me volví a conectar con los organizadores, nunca supe que paso ni tampoco tuve la curiosidad de saberlo.

Con los años volví al teatro para disfrutar de un concierto de Piazzola que presentaba junto a Amelita Baltar “Balada para un Loco”, también para asistir a dos piezas con Alfredo Alcón ,  Hamlet y Otelo y solo pensé como me habre visto desde el público parado con mi cara de piedra,  mi guitarra, un micrófono y un banquito donde apoye el pie y que temblaba a la par mía, quizás una foto o en estos tiempos hubiese respondido mi pregunta.

                                                                                                                                                CESO/2022 

jueves, 28 de julio de 2022





CARTA ABIERTA A MI CUÑADO

MI QUERIDO JUAN KOLODKA

Querido polaco, fuiste para mi unas de los hombre más queridos.-

Claro que esto sonaría raro en otras épocas ya que ser petrolero allá
 por los 60 era solo cosa de machos donde un vaso de Whisky
y un cigarro hacían la diferencia.

Donde la seguridad no existía y usar guantes significaba perder la 
sensibilidad de lo que se estaba tocando y alguno que otro dedo y
usar protector auditivo era no saber qué estaba haciendo el equipo
de perforación mientras uno dormitaba, aunque ahora estemos sordos.-

Luego se te vino el asfalto vos que estabas  acostumbrado a jugar en 
piso de tierra comenzaste a refalarte y así aparecieron los que te
 llamaban amigos que en vez de ayudarte te lo mojaron, sin embargo 
tu fuerza de voluntad no te dejo caer, tuviste tropiezos pero siempre te 
levantaste y continuaste con las metas que te trazabas aunque a veces
 fueras incomprendido y tus proyectos  se esfumaran como el humo de 
tu cigarrillo que nunca quisiste abandonar.

Y aunque no pudimos ponernos de acuerdo cuando hablábamos de 
política ya que cuando yo fui comunista, vos eras capitalista, cuando 
yo intente comprender al  peronismo, vos te hiciste radical y en las 
últimos años yo deje de creer en la política y vos te hiciste socialista, 
siempre nuestras discusiones  fueron cordiales sin ofensas, aprendiendo 
el uno del otro, eso ennoblece al hombre.

Te ví llegar en tu moto Norton o al menos así te imagine con las alforjas 
llena de sueños y esperanzas y te fuiste con ellas llenas de paquetes de 
yerba mate, siempre fuiste precavido, no iba a ser que en tu largo viaje
 te quedes sin tus mates.

Y fue así como quien no quiere la cosa  prendiste el último cigarrillo que 
disfrutaste a tu modo mientras se iba consumiendo al igual que  tu vida y 
dándole la última pitada  lo apagaste para siempre en el camino de la vida.-

 CESO


EL ULTIMO CIGARRILLO

SOS EL ULTIMO CIGARRILLO QUE HA QUEDADO EN EL ATADO
EL QUE PIENSO CON DULZURA LENTAMENTE CONSUMIR
Y EN LA NUBE QUE SE PIERDE SU AZULADO BARRILETE
ATERE MIS ILUCIONES QUE TAMBIEN SE PUEDEN IR...

MIENTRAS VA CAYENDO LA CENIZA
EN LA PRISION DE UN LINDO CENICERO
DIBUJASE LARGA Y SUMISA LA LINEA QUE ME SENALA EL CIELO
ENTRE EL HUMO QUE SE FORMA
CAPRICHOSAS VARIASIONES ADIVINO SIN PENSARLO
EL PERFIL DE UNA MUJER LA QUE ESPERA ESPERANZADA
A QUE LLAMEN A SU PUERTA LOS NUDILLOS DEL QUERER.

SOMOS TODOS CIGARRILLOS QUE ESPERAMOS EN HILERA
QUE LA MUERTE AL ENCENDERLO NOS CONSUMA DE UNA VEZ
SOLO QUEDA LA AMARGURA DE CAER EN LA VEREDA
DONDE TODO SE TERMINA APLATADO POR EL PIE.-


 Autor Anonimo

sábado, 4 de junio de 2022

SOLO ES CUESTIÓN DE TIEMPO....

 


Solo es cuestión de tiempo, paciencia y sobre todo constancia y profesionalismo cuando realmente se esta convencido de lo uno quiere y ama tanto en este caso la música.

Se sabe que no todos llegan al estrellato, quizás porque no estuvieron parados en mismo lugar y a la misma hora de algún productor o alguien que los hiciera famosos y lanzarlos al mundo.

He conocido un sin fin de músicos, conjuntos y solistas que solo llegaron hasta el cordón de la vereda, no alcanzaron nunca a cruzar la calle, quizás porque no se animaron o nadie los ayudo a hacerlo, otros lo hicieron sin mirar creyéndose únicos y fueron llevados por delante, y los que alcanzaron a cruzarla, bueno allí están peleándola en estos tiempos de tanta tecnología que hace cantar a cualquiera o donde vivir del arte hoy es un placentero desafío.

No se porque me vino a mi mente la imagen de los Beatles cruzando la calle (Abbey Road) recuerdo que en esa época se hablo mucho del significado de esta imagen, se decía que se trataba del entierro de Paul Mc Cartney, dónde se lo ve a John Lennon de blanco simbolizando a un espíritu, detrás Ringo con frac como el conductor de la carroza fúnebre, a Paul de traje (el muerto) sin zapatos y con un cigarrillo en su mano derecha siendo que él es zurdo y a George con ropa jean el como el enterrador.

Que portada mas astuta y bien realizada; ha pasado casi medio siglo y seguimos hablando de ella, la incógnita fue en ese momento si la lograrían cruzar del todo y subirse la vereda opuesta y sí, lo hicieron solo que después cada uno tomo distintos rumbos sin dejar de hacer por ningún motivo lo que mas amaban, la música.
CESO

EL BUZÓN DEL CORREO CENTRAL DE LA CIUDAD DE MENDOZA, CONTINUA TRISTE….(Homenaje a mi madre)



 Cada semana durante varios años como un ritual, una viejita muy elegante y sumamente pituca con su bastón cuya empuñadura de plata simbolizaba la cabeza de un caballo, llamaba por teléfono a un remís o taxi para que la pasara a buscar por la casa de su hija en donde vivía junto a sus nietos.


Como los conductores eran casi siempre los mismos, le abrían la puerta, la ayudaban a subir y ella al mejo estilo de Mirta Legrand  en su auto particular le indicaba a su chofer por dónde y a dónde quería ir.

De esa manera el mismo tomaba la principal avenida, y después de varias cuadras pasaba frente al Correo Central daba vuelta la manzana, para retomar nuevamente la avenida mano contraria y poder estacionar junto a la acera donde se encontraba el buzón de cartas, que de ser redondo, alargado y tener como una boina gallega en su extremo pasó a ser cuadrado, sin gracia pero conservando el color original, el rojo.


Una vez realizada su tarea y sentir la sensación de haber cumplido con su deber y haber visto como el buzón devoraba su carta pues con las nuevas tecnologías cada vez son menos los que lo alimentan, hasta que un buen día termine desapareciendo o pase a formar parte de un museo.


Luego de eso subía nuevamente al taxi y como el chofer conocía su rutina la llevaba nuevamente al lugar de donde había recogido, su hija con el corazón en la boca volvía a respirar cuando la veía llegar con su amplia sonrisa, como si acabara de cometer una travesura.

Al día siguiente se levantaba muy temprano y antes que la tetera comenzara a sonar para convidarla con el primer mate bien dulce y espumoso, ya había recogido el diario que religiosamente el diarero le dejaba por debajo del portón del garaje día por medio pues como lo leía de punta a punta no le daba tiempo para hacerlo en un día.   

 Comenzaba a leerlo de atrás para adelante… primero los chistes que eran para iniciar el día con una sonrisa, luego el minúsculo horóscopo para saber como le iba a ir durante el día, luego pasaba por los avisos fúnebres para ver si todavía le quedaba alguna amiga, irónico no? con sus 96 años era el riesgo que corría, un dia comento : Saben, he llegado a la conclusión que me he quedado sin amigos ….y así pasaba por todos los temas, aunque el que mas le apasionaba era la política despotricando contra todos y todas, imaginen paso por distintos gobiernos, había nacido allá  por el 1918 en democracia con el gobierno de Hipólito Yrigoyen, a partir del 1966 al 1973 paso por varios gobiernos militares, (según ella el inicio de la decadencia) del 1973 al 76 gobierno democrático, del 1976 al 83 gobierno militar nuevamente y del 1983 con Alfonsín comenzó su alegría hasta volverse a apagar en el 1989 comenzando a escribir sus notas anónimas que buscaba con tanto entusiasmo en el diario Los Andes, eran las notas que ella depositaba en el buzón del correo a escondidas dirigidas al diario Los Andes ya que había sufrido persecución y amenazas cuando escribía sus poemas justamente en un gobierno democrático allá por los 50 y que con sus años nunca olvido sintiendo algo parecido con el gobierno anterior..Por eso sus notas anónimas y bien políticas, pienso que eso es lo que la hacia sentirse viva sobre todo con tanto material para escribir.

Verla leer el diario o la televisión resultaba cómico pues algunas malas palabras entre lengua le salian , luego de eso miraba para todos lados a modo de disculpa, una dama de su época no era bien vista con esa actitud, aunque después de tantos años de enseñar como uno se debía comportar, ser humilde sin dejarse llevar por delante y de saber discutir con altura, se podía tomar algunas licencias.

 Hace varios largos días y meses que el buzón del Correo Central de la avenida San Martin en Mendoza esta triste, son pocos lo que lo visitan y mas aun perdió toda su elegancia cuando esa viejita tan pituca dejo de visitarlo una o dos veces por semana alimentándolo con sus anónimas cartas y alguna que otra poesía  siendo él, solo él su único testigo y aunque abriera la boca para recibir la correspondencia nunca hubiese sido capaz de delatarla.

   CESO 2018


lunes, 18 de marzo de 2013


CUANDO LA INSEGURIDAD ERA UN MITO…
        (que situación !)


                    Antonio había nacido en el interior de unas de las provincias mas ricas de la Argentina en una pequeña chacra de 4 hectáreas que su padre heredo de su abuelo, un italiano colorado de sonrisa franca y manos callosas.
    Ahí aprendió la cultura del trabajo, asistiendo a una escuela rural hasta que con sus doce años recién cumplidos su familia decidido radicarse en la capital de la provincia en busca de nuevos horizontes, pensando que sus hijos podían tener mejores oportunidades, fue así que termino su escuela secundaria y entró a trabajar en una empresa como auxiliar ganándose la confianza de sus jefes  hasta llegar a ser supervisor, eso sí,  lo que nunca perdió fue su humildad e inocencia recordando siempre sus orígenes.-

                   Siempre se rodeo de buenos amigos que lo invitaban a sus casas para algún acontecimiento, fue así que en una oportunidad fue invitado por unos de ellos, hacia unos días que  acababa de mudarse de casa y quería que la conociera por lo que era una buena escusa para comer un asado

-        Antonio – le dijo - anota mi nueva dirección, Rivadavia 780, te espero mañana al medio día, no vayas muy tarde así mientras hago el asado tenemos la excusa de tomarnos unas cervezas mientras conversamos sobre unos proyectos que tengo en mente.-

    Antonio anoto la dirección y espero hasta el día siguiente para encontrarse con su amigo.-

                    Fue así que  cerca de las 11:00 de la mañana después de haber recorrido unas cuadras en busca de la casa encontró la dirección que su amigo le había dado.  Estacionó su auto y toco la puerta, siendo recibido por una señora que se presento como la empleada doméstica.
   Antonio pregunto por su amigo recibiendo como respuesta que no se encontraba en ese momento, que había ido a buscar a su esposa que lo estaba esperando en el supermercado, que si lo quería esperar podía pasar.
    Así lo hizo llamándole la atención que estaba todo en su lugar siendo que hacia unos días que acababan de mudarse, por otro lado no veía ningún movimiento con respecto a la comida, pero como la empleada le dijo que su patrón había ido al supermercado supuso que eso lo había hecho atrasar ya que siempre uno deja las cosas para última hora.
                    Será cuestión de esperar se dijo, se sentó en el cómodo sillón del living, tomo el periódico y así fue tomando cuanta de la casa, para esto la empleada ya le había ofrecido un café.  Luego para no molestarla  fue hasta la cocina, abrió la heladera, y se sirvió un vaso con agua fresca, volvió al living y continuo leyendo el periódico, dándose cuanta que su reloj marcaba a las 13 h cuando la  empleada doméstica le dijo con cierta vergüenza que debía retirarse y que lo lamentaba pero no podía dejarlo solo en la casa.
   Antonio se incorporó de un salto, diciéndole que no se preocupara que él comprendía la situación y que esperaría afuera en la vereda aunque ya siendo mas de la una de la tarde su amigo se había olvidado de él y aprovechando que estaba en el centro, seguro que se había quedado almorzando con su esposa .

                    Fue así que salió de la casa junto con la empleada y mientras ella cerraba la puerta de calle, volvió a mirar la dirección 780, solo que abajo con una pequeña letra decía Manuel Belgrano.
Antonio no solo se había equivocado de prócer sino de calle siendo que esta era
paralela a la calle Bernardino Rivadavia, para esto su amigo se había cansado de esperarlo dos cuadras mas abajo, mientras Antonio había estado en la casa de un desconocido.- 

                                                                                                                           CESO


sábado, 2 de marzo de 2013


“HIROTO”,  EL ZAPATERO, SU ESPOSA  “YU”
Y UN HOGAR PARA DISCAPACITADOS

Hiroto Shimamura era el nombre del zapatero del barrio, siempre con un delantal de cuero confeccionado por él mismo y varios clavos en la boca, sentado en su silla sin respaldo mucho más baja que las normales, para permitirle, sin necesidad de estirarse tanto, alcanzar los zapatos desparramados en el piso. Realizaba el trabajo sin prestarle mucha atención a lo que sucedía a su alrededor.

De origen japonés, había llegado a Argentina en un barco carguero junto a un tío después de la Segunda Guerra Mundial, arribando al puerto de Buenos Aires junto a un sin fin de extranjeros que llegaban con la ilusión, como decían, de "hacerse la America", es decir, capitalizarse en poco tiempo y traer al resto de sus familias. Algunos, los más despiertos, tenían la suerte de lograrlo y otros como Hiroto, se conformaron con ganar lo suficiente para vivir sin muchas más ambiciones.

Nadie sabía su edad, pero se podía decir que rondaba los 70 años. La verdad, era muy difícil calcularla, pues no tenía una sola arruga y siempre estaba sonriente, así es que uno nunca sabía cuando hablaba  en serio. A veces cuando un cliente le llevaba un trabajo de urgencia sin conocerlo, Hiroto le decía que lo fuera a buscar en un par de horas, entonces el cliente lo miraba con cierta desconfianza pensando que lo estaba engañando. Las únicas veces que Hiroto se ponía serio era cuando escuchaba que lo llamaban “Chino”:

─Yo soy  Japonés, decía, ─ustedes piensan que todos los orientales, los negros y los indios son todos iguales y no es así.

─Está bien Hiroto, no se enoje. ─Le decían los parroquianos del bar que él frecuentaba sólo una vez por semana los días jueves después de cumplir con todos sus compromisos.  Era su única salida y vicio.

     Los jueves, como un ritual, alrededor de las 23 h, llegaba su compañera Yu, una mujer de contextura bien pequeña y encorvada que parecía ser de su mismo origen. Ella lo llevaba a la casa totalmente borracho.

Desde los años que la gente lo conocía, nunca fue agresivo, bebía solo sin conversar con nadie, se encerraba en su mundo y en sus pensamientos creando una barrera impenetrable.

Entre el local donde funcionaba la zapatería y la casa en el fondo, había un enorme jardín con canteros de distintos tamaños y formas, con flores de todos los colores permitiendo caminar alrededor de ellos. Un pequeño puente en forma de media luna atravesaba una  laguna artificial llena de peces de colores, cuya agua a modo de un circuito cerrado salía de un montículo de piedras muy bien calzadas dando la sensación de una cascada natural. A un costado en medio de unos arbustos, había un jaulón con canarios de varios colores que al cantar le daban al ambiente una sensación de paz y bienestar.

“Hiroto”, que en japonés quiere decir “gran persona”, junto a su esposa y compañera “Yu”, que  significa “persona amable o cariñosa”, formaban una pareja muy particular, nunca se separaban, excepto por algunas horas cuando Hiroto iba al bar. Tampoco se los veía dialogar mucho, sólo algunas palabras sueltas en su idioma, aunque evidentemente a pesar del poco diálogo se entendían de maravilla.

Cuando salían de compra juntos, él iba unos dos metros adelante y su esposa lo seguía sin levantar  la cabeza del piso. A veces, de vez en cuando, al mirar hacia atrás debía detenerse para esperarla y no dejarla tan atrás sin decir una sola palabra, y ella mantenía el mismo ritmo que traía sin molestarse en caminar más de prisa.     
     Cuando terminaban de hacer las compras ella pagaba, sacando el dinero perfectamente acomodado de una bolsita de plástico, atado con una cinta roja. Lo contaba con toda la paciencia. Realmente resultaba cómico verlos a los dos, nunca nadie se metió con sus costumbres.

 Y como una ceremonia, al llegar el día jueves, Hiroto llegaba al Bar de Don Quinteros, después de haber cumplido con todos sus compromisos y haber cerrado la zapatería. Pedía su copa de shochu, bebida alcohólica a base de cebada, camote o arroz, con un 25% de graduación alcohólica. No era tan fuerte como el whisky, pero tomando más de tres copitas, la cosa comenzaba a surgir su efecto. Don Quinteros la compraba solamente para Hiroto; si no hubiese sido por él, nadie la habría conocido, pues lo que más se consumía en su bar era normalmente ginebra,  vino tinto y cerveza. Si alguien pedía un whisky era porque estaba festejando algún acontecimiento o había tenido algún desencanto amoroso. Ya cerca de la media noche,  llegaba su esposa y  sin decir una sola palabra, con todo su amor, lo invitaba cariñosamente a que lo acompañara, era ése el único momento en que se los veía uno al lado del otro. Sin la ayuda de Yu,  Hiroto no hubiese podido nunca llegar a su casa. Hiroto, estoy seguro, muy internamente adoraba que su esposa lo fuera a buscar para llevarlo a su casa como un niño luego de cometida una travesura. Ya en su cuarto lo desvestía y lo ayudaba a entrar  a la tina llena de  agua caliente, aromatizada con esencias de flores que ella misma disecaba y guardaba para tal fin; luego delicadamente le lavaba la espalda, los brazos y así todo el cuerpo. Después de ello y de haberse secado, le pasaba por la espalda, con suaves y seductores movimientos de sus manos, algún aceite hidratante también fabricado por ella. Así se entregaban al sueño los dos abrazados como un par de torcacitas enamoradas.

Pasaban los días y los meses sin ninguna prisa, en años no se había producido ningún cambio que modificara la vida del pueblo e Hiroto continuaba reparando los calzados de todo barrio. Que media suelas, que  tapitas de goma para los tacos altos de las mujeres, alguna que otra mochila con el cierre roto. Siempre había trabajos para realizar y junto a  los iban intercalando con una pasión: la jardinería.

Pero llegó el día jueves por la noche e Hiroto  Shimamura no acudió a la cita. Esto les extrañó a todos los parroquianos del bar, quienes esperaron en vano hasta media noche y nada. Entonces fueron hasta la casa y como a simple vista estaba todo tranquilo no  llamaron a la puerta para no molestar, más aún por la hora que era. Prefirieron esperar hasta el día siguiente. Así lo hicieron y dando las 9:00 horas de la mañana la zapatería de Hiroto se mantenía  cerrada. Durante más de 30 años era la primera vez que eso ocurría. Llamaron a la puerta y nadie acudió a abrir, por lo tanto decidieron recurrir a la policía y bomberos. Todo el barrio se congregó en la puerta de su casa, rogando para que nada les hubiera  sucedido. Pero Dios tenía otros planes para ellos, necesitaba de Yu para masajear esa espalda y aliviarle la pesada carga que debía llevar todos los días. Necesitaba además a Hiroto para que se hiciera cargo del  jardín y se pudiera reencontrar con su familia a la que tanto deseaba ver. El día en que soltó la mano de sus padres, alejándose de ellos para correr atrás de una hermosa mariposa, un avión bombardeó la aldea perdiéndolos para siempre. Fue en aquel jueves de 1945, unos días antes de que terminara  la guerra.

Los encontraron acostados en su cama uno al lado del otro vestidos con sus kimonos de gala tomados de la mano y ella con la cabeza apoyada en su hombro. Cuando le hicieron la autopsia descubrieron que ambos habían muerto con una diferencia de horas, mientras dormían, de muerte natural. Nadie quiso saber  más detalles.

Al no tener herederos, por intermedio del  Juez de turno,  el aval del gobernador, del intendente y por supuesto de todos los vecinos, la casa se convirtió en un hogar para adultos discapacitados, que habían  perdido cuando niños a sus padres, y sus hermanos no quisieron hacerse cargo de ellos. Ese lugar  era ideal por la paz que se sentía y la energía positiva que generaba cuando uno lo visitaba. Por otro lado, el local donde funcionaba la zapatería se convirtió en un negocio de venta de artesanías y manualidades realizadas por los mismos discapacitados, donde uno siempre encontraba algo que podía comprar para regalar en ocasiones especiales.

Estoy seguro que Hiroto está feliz de saber que su casa está cuidada y habitada por adultos niños  que como él también perdieron a sus padres. El alma de Yu los protege cada día.
                      La casa pasó a llamarse
       "HOGAR PARA DISCAPACITADOS HIROTO - YU” 
que significaría:
 
                  “Grandes personas amables y cariñosas"

   Pueden visitarla si quieren y comprar alguna artesanía o manualidad…

Ella queda en la próxima parada.

                                                                                                                                    CESO

jueves, 1 de noviembre de 2012


EL ELECTRICISTA, TENOR AMANTE DE LOS VALSES VIENESES

                    Subido a una escalera intentando arreglar un corto circuito se encontraba Vladimir, el Polaco,  electricista del pueblo. Nadie sabía si alguna vez había estudiado para llegar serlo, lo cierto es que él conocía los inconvenientes de todas las casas del vecindario siendo  la única persona de confianza a quien la gente buscaba para realizar algún arreglo o instalación.

                    Tenía la mano izquierda defectuosa a causa de un fuerte golpe de corriente que recibió cuando era más joven, sin embargo como él siempre se decía después de lo ocurrido, había logrado hacerse amigo de la misma. Por otro lado, nunca tuvo el interés en tocar la guitarra, por lo tanto para qué quería la mano izquierda,  y se reía.

                     Su casa quedaba en el otro extremo del pueblo y era muy sencilla por afuera, prueba de que nunca le interesó ganar mucho dinero sino lo necesario para vivir.

                      A medida que uno se acercaba a su casa comenzaba a ver en la parte de adelante un lavarropas sin motor, cuyo tambor servía para alojar plantas; un viejo y oxidado termo tanque convertido en casa para el perro, una mezcla de ovejero alemán con perro salchicha, y varios cajones con pedazos de cables de todo colores, de los cuales lo único que servía era el cobre de su interior; como así también varios motores de licuadoras, aspiradoras, etc., todas en desuso. Después de tantos años formaban parte de la decoración de su desértico jardín. Con todas estas referencias si uno no encontraba la casa de Vladimir el electricista, era ciego.

                      Ni siquiera había necesidad de batir las palmas para llamarlo. Primero porque su perro guardián salía como queriéndose comer a todo el mundo y segundo porque si uno no veía su bicicleta apoyada en la puerta de la casa seguro que no estaba.

                       Por su modo de vida, su forma de vestir, su mano deficiente y otras características, Vladimir daba la impresión a simple vista de que no era una persona de mucho estudio, y por sobre todas las cosas por cómo vivía. Al parecer nunca nadie había entrado a su casa. Según contaban, su abuelo de origen polaco, viejo poblador, dejó al morir la casa a su único nieto y heredero, Vladimir, que ya contaba con treinta y cinco años de edad cuando tomo posesión de la misma. Por el acento parecía también ser extranjero. Con respecto a alguna amante secreta, nadie podía decir nada. Las viejas chismosas hubiesen dado un mundo por tener alguna cosa nueva para contar.

                       Como yo tenía una ferretería frente a la plaza, era raro el día en que no lo viera pasar en la bicicleta, pues para ir a su casa no tenía más remedio que pasar por ésta. Por otro lado, cuando necesitaba algún material, dada la confianza en él depositada, lo llevaba directamente para pagarlo dos o tres días después.

                       Vladimir ya formaba parte del pueblo. Comenzó a llamar mucho la atención que hacía varios días no se lo veía en su bicicleta, y mas aún, no había pasado por el negocio como siempre lo hacía. Eso me dejó algo inquieto. Un mediodía, al cerrar la ferretería y antes de ir a casa, decidí pasar por la suya para ver si necesitaba algo. Al llegar, el primero en salir a recibirme como siempre, fue el ovejero-salchicha, su perro guardián, que parecía querer devorarme. Aguardé unos minutos, y como su bicicleta se encontraba como siempre junto a la puerta de entrada (eso quería decir que él estaba en casa), batí las palmas. Alcanzando a ver movimiento en la cortina de una de las ventanas, tomé coraje y sin siquiera pensar en su perro me animé a abrir el portoncito del cerco. Me dirigí hacia la puerta de entrada, golpeé y escuché la voz de Vladimir que me invitaba a pasar. Para esto, su perro no se despegaba de mí y se limitaba a mostrarme los dientes cada vez que lo miraba. Una vez adentro el cambio de ambiente no me dejaba ver muy bien, y cuando pude adaptarme a la luz del interior encontré a Vladimir acostado en un sillón con un paño mojado en su frente. Hacía dos días que estaba allí sin alimentarse, sólo tomando agua. Llamé al centro médico y vinieron a buscarlo para llevarlo al hospital, pidiéndome encarecidamente que cuidara de su casa y en especial del guardián Tobarich , así se llamaba el perro,  cuyo significado es “amigo" o "camarada” en ruso.

                    Antes de cerrar con llave y seguir a la ambulancia, percibí que nada de lo arrumbado alrededor se comparaba con el interior de la casa. Una enorme biblioteca cubría unas de sus paredes, en otra se encontraban un sin número de cuadros con fotografías en blanco y negro casi amarillentas por el tiempo. Cuando me acerqué para mirarlas más detenidamente pude ver que alguna de ellas se trataban de obras de teatro, donde Vladimir  era mucho más joven.

                    Cerré las cortinas de la casa y la puerta de la calle con llave, para esto Tobarich continuaba mostrándome los dientes, pero me animé a acariciarle la cabeza, y recién entonces me di cuenta que sonreía como agradeciéndome el haber salvado a su dueño. Me lo demostró con una lambida en mi mano, sentí mis ojos llenos de lagrimas; trabé el portón de la reja de entrada, le dije que cuidara la casa y me fui al Hospital. Vladimir se encontraba bien, gracias a Dios, solo había tenido una descompensación y el médico quería que se quedara internado por lo menos dos días para tenerlo en observación. Le dije que se quedara tranquilo, yo tomaría cuenta de su casa y que no se preocupara por su perro, yo le llevaría comida y le pondría agua limpia.

                     A los dos días le dieron el alta, lo llevé hasta su casa y gustosamente me pidió que entrara a tomar un té. Mientras yo estaba en la sala y él en la cocina calentando la tetera, comenzó a contarme parte de su historia. Me relató el por qué de cada foto y previo a lo cual colocó un disco de esos ya desaparecidos del mercado. Comenzó con una historia tan llena de vida  que no daban deseos de que terminara.

                     Nos despedimos, saludé a mi ya amigo Tobarich y mientras iba para mi casa, sentí una especie de culpa por lo equivocado que muchas veces he estado al rechazar a una persona sólo por su apariencia.

                     De qué manera nos equivocamos al juzgar  a las personas antes de conocerlas.

                      Vladimir no solamente era un asiduo lector, sino que cuando ya contaba con 22 años había sido cantante de ópera. Era tenor y admiraba a Enrico Caruso, Francesco Merli, Tito Schipa y Beniamino Gigli entre otros, teniendo una gran colección de sus obras en la discoteca. También había recorrido gran parte del viejo mundo interpretando varias obras de Shakespeare,  como  El Mercader de Venecia, Hamlet  y  Otelo, todas ellas impresas en las fotografías que atesoraba. Era amante de la música clásica, pero no tanto de  Beethoven,  Mozart o Chopin...  adoraba los valses de  Strauss, quien para él era como los Beatles del siglo pasado. En esa época, según decía, todo el mundo escuchaba y bailaba sus valses; actualmente  en el siglo XXI  lo siguen haciendo,  cuando se trata de una fiesta de 15 años o de un casamiento, y tenía razón, “El Danubio Azul”, “Cuentos de los bosque de Viena” o el “Vals del Beso”. Ésos eran sus favoritos. ¡Cuán equivocado estaba yo al pensar que Strauss sólo había escrito valses! No era así, también había escrito polcas y varias marchas, que Vladimir escuchaba con tanto placer, hasta ser capaz de contagiar a todo el mundo.


                       Ese era Vladimir Stanislaw Lem, más conocido como Vladimir, el electricista, o despectivamente “El Polaco”, pero para mí, una de las personas más cultas que llegué a conocer, gracias a Dios…, antes de la próxima parada.

                                                                                                                           CESO