jueves, 26 de abril de 2012


EL PETROLERO FOTÓGRAFO


   Si  bien su trabajo es muy bien remunerado, en algunos casos no se deja de ser un empleado bajo las ordenes de un patrón, por eso el que trabaja en un banco es un bancario, el que lo hace en una carpintería es un carpintero y el que trabaja en el petróleo es un petrolero.

   Decir que un petrolero nunca sacó una foto es como decir que una persona de niño nunca anduvo en bicicleta, mucho más ahora con las cámaras digitales que a las milésimas de segundos, después de sacar una foto, ya se la está viendo en una pequeña pantalla, teniendo  como variante que si no gusta se la puede borrar. Sumado a esto están  los teléfonos celulares, que no sólo sacan fotos, sino que también  filman, invadiendo a veces la intimidad de las personas, y en algunos casos haciéndolas famosas cuando las colocan en Internet, por eso sacar fotos hoy en día es cosa de niños.

   Ahora ser fotógrafo o adoptar esa profesión es otra cosa, ya que son varios los factores que hace a un buen fotógrafo, tampoco significa tener una buena cámara con poderosos lentes si no se tiene la sensibilidad suficiente para detener esa imagen de la cual uno se enamora por unos minutos.

   Heraldo era ese hombre, su profesión no era la de fotógrafo, era justamente la de petrolero en el sector Geología, entonces deberíamos decir que era un geólogo petrolero.

   Sumamente estudioso del tema, se transformaba en un niño cuando encontraba un mineral incrustado en una piedra que solo él veía; en sus viajes ya había pagado varias veces exceso de equipaje, prefiriendo dejar algunas cosas personales antes de deshacerse de sus piedras.

   Me lo imagino llegando a su casa después de un mes fuera de ella, sus pequeños hijos esperando junto a su esposa recibir algún regalo y éste al abrir sus valijas sacando sólo piedras y mostrándoselas con una inmensa pasión.

   La verdad que, fuera de mi imaginación, uno de sus sueños era la de fundar un Museo de Ciencias Naturales, para mostrar a las personas interesadas en el tema las riquezas que fueron dejando las distintas eras geológicas a través de los siglos, ya que un geólogo apasionado por su profesión, como lo era Heraldo, no podía ser indiferente al paisaje que lo rodeaba.

   Y justamente por no ser indiferente a ese paisaje  es que encontró una nueva pasión, la fotografía, pero no sólo la fotografía dirigida a hermosos paisajes, sino la que apuntaba a la botánica.

   Esa nueva pasión dio como resultado que comenzara a investigar una enorme cantidad de especies de la flora regional llamada Mata Atlántica o Serra do Mar, en Brasil y de otros países a los que visitó.

   Viajar junto a él, era como hacerlo con catálogo parlante. A plantas  o especies que pasaban desapercibidas para nosotros, él les encontraba algo especial, y con toda paciencia y delicadeza le sacaba una foto, a veces con algún visitante incluido, me refiero a algún insecto distraído. Luego comenzaba su explicación, dando no sólo el nombre común de la especie, sino también su nombre científico, por ejemplo el Lirio o Jacinto de agua, decía, es una flor muy aromática, tiene  científicamente el nombre: de Echhornia Crassipes,  crece a orillas de …., y así sucesivamente nos iba dando los detalles de cada especie, mezclando la conversación con alguna anécdota, como cuando una vez que venía distraído, lo cual no era ninguna novedad, al cruzar el alambrado entró en el campo de su cuñado y éste al no conocerlo lo sacó a los tiros.

   Heraldo nos trasmitía todo lo que él sentía en esos momentos, se lo veía feliz y realizado, parecía un niño en un bazar de juguetes con todos ellos a su alcance, sacaba fotos a todo lo que se moviera o estuviera estático, sobre todo a las flores, desde la más insignificante hasta la más hermosa, no había ninguna diferencia para él. Solo paraba cuando el sol comenzaba a desaparecer en el horizonte, guardaba su cámara y se preparaba para regresar a su casa, comenzando una nueva ansiedad que era la de ver sus fotos plasmadas en un papel.

   Como su régimen de trabajo era de 14 días de descanso por otros 14 días de trabajo y habiendo cumplido con su descanso, comenzaba para él la tortura, ya que sabía que esos 14 días como petrolero eran interminables, lamentándose por no ocurrir lo contrario cuando estaba de descanso, haciendo lo que realmente lo hacía feliz, que era ni mas ni menos que formar parte de la naturaleza, rescatando las especies de las cuales algunas de ellas comenzaban a desaparecer y esa era su mayor preocupación y sufrimiento ya que sentía interiormente que no le iba a alcanzar los años que le quedaban de vida a pesar de ser todavía joven para salvarlas a todas ellas. Lo único que le quedaba era sacarles fotos y plantar semillas de distintas especies para que las generaciones venideras no corrieran el riesgo de quedarse afuera sin apreciar semejante tesoro.

   Se que su familia se componía por su esposa y  dos hijos varones, y que de alguna manera los amaba a su modo, su esposa le reprochaba sus ausencias porque consideraba que estaba haciendo algo que no le representaba ninguna ganancia, y por otro lado era muy difícil que sus hijos pudieran seguirle el paso ya que en una oportunidad  llego a caminar mas de 65 km solo con una garrafita de agua saliendo a la mañana muy temprano de su casa, regresando caída la noche, sin probar bocado alguno.

   Así era Heraldo, un amante de la naturaleza, de las plantas, de las flores, unos de los últimos románticos solitarios que lo registraba todo a través de su máquina fotográfica, y que tuve el placer de conocer.

   Es por eso que mediante este cuento de  autor anónimo que por accidente llegó a mis manos pretendo, de alguna manera, reflejar sus sentimientos y su amor por la naturaleza.

Un hombre trabajaba en una fábrica distante a cincuenta minutos en ómnibus de su casa.
En la próxima parada siempre subía una señora anciana que nunca dejaba de sentarse  junto a la ventanilla.
Ella abría su bolsa, sacaba un paquetito y se pasaba todo el viaje arrojando alguna cosa para afuera..
La escena siempre se repetía y un día, curioso el hombre, le preguntó qué arrojaba por la ventana.

- Tiro semillas, respondió ella. -
- ¿Semillas? ¿Semillas de qué?-
- De flores. Es que veo para afuera  y la ruta está tan vacía... Me gustaría poder viajar viendo flores coloridas por todo el camino. ¡Imagine cuán bello sería!-
- Pero las semillas caen sobre el asfalto,  son aplastadas por las ruedas de los autos, devoradas por los pájaros... ¿Cree usted señora que las semillas germinarán a la vera del camino?-
- Así es hijo mío. Aunque muchas se pierdan,  algunas acaban cayendo en la tierra y con el tiempo van a brotar.-
- Aún así... demorarán en crecer... necesitan agua...
-Ah, yo hago mi parte. Siempre hay días de lluvia y si alguien arroja las semillas, las flores nacerán.

Diciendo esto, se dio vuelta hacia la ventana y recomenzó su trabajo.

El hombre descendió luego más adelante, pensando que la señora ya estaba senil.

Paso el tiempo...
Y un día, en el mismo ómnibus, el hombre al mirar para afuera percibió flores en la vera del camino...
Muchas flores...El paisaje colorido, perfumado y lindo!
Se acordó entonces de aquella señora.                                                                               
La buscó en vano.                                                                                                               
Le preguntó al chófer que si la conocía,  a todos los pasajeros del viaje.

-¿La viejecita de las semillas?....                                                                                     

Pues ... Murió hace cerca de un mes.
El hombre se volvió a su lugar y continuó mirando el paisaje florido por la ventanilla
Quién diría, ¡las flores han brotado!
¿Pero de qué le valió su trabajo?                                                                                 
“ Murió y no pudo ver toda esta belleza.”

En ese instante, oyó risas de criatura., en el asiento de enfrente, una niña señalaba por la ventana,
entusiasmada:

-¡Mira qué lindo! Cuántas flores por la ruta... ¿Cómo se llaman esas y aquellas...?

Entonces, entendió lo que aquella señora había hecho.
Aunque no estaba ahí para ver hizo su parte, dejó su marca, la belleza para la contemplación y la felicidad de las personas.

Al día siguiente, el  hombre subió al ómnibus,  se sentó junto  a la ventanilla  y sacó un paquetito de semillas de su bolso,  mientras su cámara fotográfica  descansaba entre sus piernas…

  

                                                                                                            CESO

jueves, 12 de abril de 2012




UN SACO Y UNA CORBATA  EN EL REPALDO DE UNA SILLA


   Desde los enorme ventanales del edificio que parecía un escaparate, veíamos pasar el mundo.
   En esa enorme habitación  de cristal  donde podían verse camisas almidonadas y trajes brillantes por el uso, se encontraba sentado en su escritorio sin levantar la vista  y llevando la contabilidad de unos de los Bancos del lugar fuera del horario de atención al público, Eusebio Leguizamón, el gordo  Leguizamón  como era conocido por todos,  de estatura mas bien baja y barriga pronunciada, con el pelo a la gomina siempre peinado hacia atrás , su cara redonda de grande papada y unos antejos de gruesos vidrios redondos tipo John Lennon cuyas patillas se perdía a los costados de su cara,  parecía el típico traga de la escuela, el que siempre le llevaba una manzana a la maestra y el tipo ideal para jugarle una broma, sobretodo porque era a pesar de tener casi cuarenta años, muy inocente. De vez en cuando levantaba la cabeza cuando algún cliente  golpeaba el vidrio desde la vereda para llamar su atención y ser atendido por la puerta auxiliar que quedaba al costado el Banco donde normalmente se manejaba el ordenanza fuera del horario bancario.
     Alquilaba una habitación en una pensión ubicada  a pocos pasos del  Banco,  la que  usaba solo para dormir, ya que su vida de lunes a viernes estaba allí, en medio de documentos, carpetas, libros de contabilidad  y miles de papeles como hojas secas de un crudo invierno amontonadas en un rincón por el viento como esperando ser recogidas por el placero del barrio.
   Los fines de semana se iba para la ciudad donde tenía un departamento, que nadie llegó a conocer; cuando llegaba el día viernes se apuraba mas de lo normal para, de esa manera; quedar liberado temprano y poder tomar el transporte de las 18 h que lo llevaría hasta la Capital, al despedirse de nosotros siempre decía la misma frase:

- Hasta el Lunes compañeros, me voy a mi casa “y a vivir la vida no mas” !!! 

    No se entendía que quería decir con eso de “ Y a vivir la vida”, de todos modos repetíamos a coro, hasta el lunes Gordo, cuídate.

    Un día lunes, después de un largo feriado que había comenzado un Jueves, al entrar al Banco dos horas antes  que el ordenanza levantara la cortina metálica y retirara la traba a la puerta principal para la atención de la clientela, sentimos, a medida que íbamos entrando por la puerta lateral un olor nauseabundo dentro del recinto y no se sabia de dónde provenía, en la cocina no había nada que lo delatara, del sótano donde se encontraba el deposito de talonarios, viejos legajos y planillas diversas no provenía, entonces, de dónde sale ese olor nos preguntábamos.
    A los pocos minutos llegó Leguizamón, entrando como si fuera un huracán, con la corbata fuera del traje y media camisa salida por afuera del pantalón, y antes que alguien le hicieran alguna pregunta,  abrió  un cajón de unos de los muebles, el olor se hizo aun mas penetrante e insoportable, luego sacó  un paquete envuelto en diarios, al abrirlo había un pollo crudo ya de color verde de podrido,  un cliente se lo había llevado de regalo aprovechando el largo feriado para que se lo hiciera al horno con papas y disfrutarlo ese fin de semana  y él lo dejo como un huérfano abandonado a su suerte durante todo el fin de semana  ahí guardado.
     Salimos todos del lugar a modo de evacuación, dejándolo solo con la prueba del delito, el gordo lloraba sin saber que hacer, no sabíamos si lo hacía por la situación en que se encontraba o por haberse quedado sin su pollito al horno.
     El olor duro varios días en irse del todo, solo que los clientes al preguntar de dónde provenía ese olor tan desagradable, decíamos del gordo Leguizamón sin dar muchas explicaciones, la gente lo miraba con cierta desconfianza, y ninguno quería ser atendido por él a pesar de  su simpatía y contagiosa sonrisa; por supuesto que al cabo de unos días, comenzamos a explicarles el verdadero motivo del olor, pobre gordo, nunca se enteró el porqué del rechazo de los clientes hacia él.
    Éramos doce  empleados en la sucursal , entre el gerente, contador, tesorero, jefe de área, auxiliares contables y ordenanza, cada uno tenia su propia historia, sus dramas, sus conflictos y sueños.
   Casi siempre nos  juntábamos, sobre todo los fines de semana  o en algún feriado a comer un asado, algunos tocaban la guitarra, cantaban, contaban cuentos y otros recitaban poemas gauchos.
   Y así pasaban las horas entre risas, cuentos y mentiras piadosas hasta que comenzábamos a despedirnos y cada uno se iba para su casa.
    El día lunes llegaba tan rápido que parecía que nunca habíamos dejado ese recinto, y otra vez de saco y corbata con cara de empleados responsables y fieles cuidadores de las finanzas de nuestros clientes nos encontrábamos realizando nuestro trabajo.
   Cada uno tenía una función determinada ya que el banco se dividía en varios sectores y cada uno era responsable del mismo; por ejemplo estaba el sector de Caja de Ahorro, el de Cuentas Corrientes, Documentos Descontados, Giros y Remesas, etc.
    Yo estaba a cargo de la Secretaria de Gerencia, o sea era secretario del Gerente  dedicándome a la parte crediticia, por lo que debía tomar las Manifestación de bienes de nuestros clientes para ser clasificadas por éste, de esa clasificación surgiría el monto del crédito que recibirían.  Mientra mas capital poseían, mas alta sería la clasificación.
  Eso  incluía propiedades para ser hipotecadas,  todo el mobiliario que contenía el negocio, como así también los rodados que eran prendados, o sea que el cliente si quería progresar o necesitaba una ayuda financiera tenía que entregar el alma al diablo, lo triste era cuando no podían pagar esos créditos o se atrasaban en su devolución , comenzaban los juicios, desalojos y clausuras, eran esos los momentos en que hubiera querido que me tragara la tierra, fue muy desagradable ver a esa gente desfilar por los pasillos pidiendo al Gerente una segunda oportunidad para no perderlo todo y éste como si fuera Don Corleone, en la película El Padrino, me hacia una seña para que le alcanzara la carpeta donde contenía todos los datos del cliente y ver que otra cosa se le podía sacar al pobre hombre para terminar de estrujarlo.
  Si bien se trataba de mi trabajo, yo también formaba parte de ese sistema  Éramos usureros de traje, corbata y guantes blancos.
  Una vez creí haberme vengado a mi modo, el banco recibió de casa central una importante partida de dinero para ser  distribuida en préstamos personales para  la compra de artículos del hogar o para reforma de viviendas.  El gerente me dio la libertad para que yo los manejara a mi modo teniendo en cuenta el capital a repartir y que todos los requisitos solicitados como así también los formularios a llenar, estuvieran correctamente cumplimentados y  que él aprobaría no mas de dos préstamos por día.
    Fue así que cuando se  corrió la voz en el pueblo, comenzaron a llover las solicitudes y el cajón de mi escritorio a llenarse de carpetas inconclusas porque siempre faltaba algún requisito a completar por los futuros clientes.
    Los que las completaban enseguida, terminaban siendo, los hijos, hermanos, primos, sobrinos de los clientes que recibían el dinero enseguida;  siempre y cuando no vinieran con prepotencia, de lo contrario sus carpetas quedaban para el último y luego estaban los otros, los menos pudientes ( los que quedaban en la lista de espera porque siempre les faltaba algo a completar). Hasta que un día me llamó el gerente para comunicarme que en una semana se cerraban los créditos, que aquellos que no habían cumplido  con los requisitos quedaban afuera.
   Comencé a llamarlos uno a uno e incluso a ubicarlos en sus casas los que no tenían ni siquiera teléfono y los cité uno a uno en el Banco, algunos de los que llegaban eran mirados por los clientes mas antiguos con cierta desconfianza ya que sus vestimentas no eran las apropiadas para hacer ese tipo de tramites.
   Terminé completando sus carpetas con algunos datos falsos y tras un pacto ellos me prometieron que cumplirían con los pagos de las cuotas, de todos modos,  entre nosotros  si no lo hacían el banco no  iba a poder nunca ejecutar sus deudas, porque nada tenían materialmente para sacarles aunque espiritualmente lo tenían todo.
   Pero no fue necesario, porque los únicos que cumplieron con la devolución del mismo en cómodas cuotas fue justamente esa gente, los menos pudientes, los que me dieron su palabra sin necesidad de ningún papel de por medio, los que todos los meses se arrimaban hasta el sector donde me encontraba, para saludarme y extenderme sus ásperas manos a través del mostrador a modo de agradecimiento, debiendo morderme los labios en muchas ocasiones para que no se escapara una lágrima por sus actitudes tan nobles.

    Mario Fernandez era el mas alegre del grupo el que siempre estaba haciendo bromas, era el encargado del sector cuentas corrientes, o sea que al igual que yo, estábamos en sectores claves, ya que Mario conocía el capital de los clientes por los movimientos y depósitos que estos realizaban y yo por las manifestaciones de sus bienes,  conocía sus situaciones financieras.
  En ese entonces el banco decidió a manera de prueba cambiar el horario de atención al público, cuando se estaba acercando el invierno, en vez de abrir a las 8 h de la mañana decidió hacerlo a partir de las 11 h hasta las 15 h, y permitir entre las 12 h y las 13 h dejar salir a su personal en grupo de a dos por 15 minutos para comer algo, algunos preferían llevar su almuerzo y consumirlo allí mismo.
   A mi tocó salir con Mario, iniciándose la siguiente conversación por su parte:

 - Estaba mirando las cuentas corrientes de alguno de nuestros clientes, en especial los chatarreros ( así se le daba por  nombre a aquellos que vivían de  la compra y venta de cartón, papeles, botellas, vidrio, plástico, etc., es decir todo aquello que  es reciclable), es mas el dinero que depositan que el que retiran.

- Si, respondí, a mi también me llamó la atención  sus manifestaciones de bienes,    tiene varias propiedades, automóviles de marca y modelos nuevos y son  los que menos prestamos piden.

- No estará ahí el negocio?   ¿Y si nos dedicamos a juntar cartón, botellas y hacemos lo mismo?  _me preguntó.

 -  Puede ser le respondí, solo por cortesía sin prestarle mucha atención a su comentario final .

    Se produjo un silencio mientras cada uno pensaba a su modo en lo que acabábamos de conversar, pasándose así los 15 minutos que teníamos destinados para el almuerzo, obligándonos a regresar al Banco.


    Al día siguiente la misma rutina, llegó el medio día y salí con Mario para almorzar, iniciando nuevamente su conversación como si hubiese quedado inconclusa:

-  Estuve pensando en lo que hablamos ayer y me decidí, voy a comenzar con el  negocio ahora mismo, me dijo

   Y fue así que transitando con mi Pick up por el boulevard que nos llevaba hasta su casa  al pasar por los tantos negocios ubicados a cada costado del mismo, una de las tiendas que se dedicaba a la venta de artículos para el hogar había dejado  un montón de cajas de cartón apiladas en la vereda para ser llevadas supongo por el basurero.

-  Estas viendo, me dijo Mario, detené la camioneta, se  bajó de la misma ,se quitó  el saco, colocó el  extremo de la corbata dentro de la camisa , se arremangó y  comenzó a cargar todas las cajas.
  
-  Vamos, dijo, que todavía nos quedan 10 minutos más antes de  volver al banco.  

     Y  así cada dos o tres tiendas me obligaba a parar para cargar más y más cajas, papeles y todo lo que él  consideraba de importancia.
   Luego íbamos hasta su casa a descargar su botín y nos volvíamos al  Banco sin haber probado bocado.
   Hasta que un día al entrar al banco, vimos al gerente que se encontraba parado en la puerta de su despacho:

-  FERNANDEZ, GONZALEZ, dijo con vos de mando, ¿serían tan  amables de acercarse a mi  oficina ?

  Nos miramos con Mario y sin decir nada nos encaminamos por el pasillo, la puerta estaba abierta y al asomarnos escuchamos la voz del gerente nuevamente :

-  Pasen criaturas y  cierren la puerta  por favor.

     Así lo hicimos, y sin mas preámbulo, después de invitarnos cordialmente a tomar asiento nos dijo:

-   Pero muchachos, que están haciendo, déjense de embromar, ¡cómo puede ser que  estén haciendo estas cosas !, el banco es como un Templo, con normas y ética, que tienen que seguir y respetar,  son ustedes los representantes de esta noble entidad y  tienen  que dar el ejemplo.

- No sabemos de que esta hablando Don Alfredo, dijo Mario  tragando saliva y  haciéndese el  victima.

-  No sabemos de que esta hablando Don Alfredo - repitió nuestro jefe conteniendo su ira, -agregando no se haga el estúpido, que de ranas como usted  tengo la sartén llena y justamente usted  es el que esta mas  comprometido - y dirigiéndose a mi , el cómplice, me dijo, - con usted tendré otro tipo conversación-.

   Me hundí en el sillón lo mas que pude deseando con todas mis fuerzas que me tragara en ese mismo instante, ya que nos habíamos dado cuenta porqué nos encontrábamos ahí, frente a  don Alfredo  ya que como todavía estábamos en horario bancario no podía levantar mucho la voz por lo que solo se limitaba a ponerse cada vez mas colorado de rabia que parecía a punto de explotar. Y ante el temor que eso sucediera nos dijo:

-   Pueden irse por ahora, con usted  Gonzalez, queda algo pendiente.

  Salimos con Mario,  una vez fuera del despacho, nos miramos y empezamos reírnos de nervios o porque de alguna manera habíamos roto con toda esa burocracia, falsedad y personas intocables.  A partir de ese momento dejamos de ser robot, para convertirnos en personas de carne y hueso, creo que nuestros pensamientos coincidieron, quizás sentíamos un poquito de vergüenza por lo ocurrido, pero no arrepentimiento, que se vayan al diablo dijimos.
   El Banco cerró sus puertas a las 15 h.  
Habían dos o tres clientes todavía por atender, el jefe de área, un flaco alto, de nariz pronunciada y de orejas grandes como dos radares de la NASA y perpendiculares a su cabeza , quien no me tenía mucha simpatía porque mi jefe directo era el gerente, se acercó a mi escritorio y colocando una mano debajo de la axila y la otra con el dedo índice  levantado a modo de acusación dijo  provocándome:

-   ¿No le da vergüenza, Gonzalez?  deberían pedir los dos disculpas por haber  manchado el nombre de esta “noble Institución” y a cada uno de nosotros por sus actitudes.  ¿Que es eso de andar por las calles recogiendo basura como si fuera pordioseros?  y nada menos siendo funcionarios y guardianes, como dice Don Alfredo de este “Templo” fundado por nuestro mentor y padre, nada  menos que el Dr. Carlos Pellegrini
  
 Me levante de mi silla, apoyé los nudillos de mis manos en el escritorio y con toda mis fuerza le dije:

-   Porque no te vas al diablo alcahueta !

-  ¡Aaaaa ay !, dijo asombrado, con voz de pito y yéndose espantado.

    Acababa de decir eso, cuando lo veo a Don Alfredo en la puerta de su despacho, haciéndome señas para que fuera hasta allí.
   Me convidó a entrar, me dijo que cerrara la puerta y con voz paternal me preguntó que me estaba pasando, que nunca me había visto así de agresivo, que si era su secretario era porque confiaba en mi y no quería cambiar de opinión.-.
   Le pedí mil disculpas, y le prometí que esta sería la primera y única vez que me tendría que llamar la atención, no solo por lo sucedido recientemente sino por lo anterior también.  De todos modos yo sentía un gran aprecio por Don Alfredo.-
  Igual  fui notificado por escrito, ya que Don Alfredo tenía que dar el ejemplo ante el resto de sus subordinados y de alguna manera para calmar al Jefe de Área que se sentía totalmente ofendido como una mujer despechada, y que si hubiera por él yo terminaba en la calle.-
  Los días continuaban pasando, lo de ser chatarrero quedó como una anécdota, hasta que un día lunes llegaron dos policías solicitando hablar con el Gerente, como yo era el que los debía anunciar, los hice pasar una vez que el Gerente medio el sí, pero antes de cerrar la puerta busqué la silueta del jefe de área y allí estaba con sus orejas que comenzaban a moverse para todos lados como buscando una señal satelital y de esa manera intentar escuchar lo que los dos Policías tenían que decir, busqué su mirada antes de  cerrar la puerta practicante en su cara quedándome adentro del despacho sabiendo la rabia que le iba a dar con mi actitud.
   Pero esta vez no venían a solicitar un crédito ni nada parecido, venían a darnos una mala noticias, Eusebio Leguizamón, el querido gordo Leguizamón, había fallecido en su departamento de la Capital victima de asfixia a causa de un calefactor instalado sin ventilación alguna, lo encontraron solo al igual que aquel pollo huérfano y abandonado por él meses atrás.
  El viernes se había despidió de nosotros como todos los fines de semana lo hacía con su amplia sonrisa:

-  Hasta el Lunes compañeros, me voy a mi casa, “y a vivir  la vida no más” !!! 

   Estas son las ironías y las bromas de esta vida.

  Al poco tiempo renuncié al Banco para dedicarme a otra cosa, me hicieron una pequeña despedida, y cuando estaba retirando las cosas de los cajones de mi escritorio, el gerente del banco me llamo a su despacho, abrió su pequeña caja fuerte y extrajo de una carpeta personal,  un  documento en  que se alcanzaba a ver mi firma, me lo entregó para que hiciera con él lo que quisiera,  se trataba de la notificación que me había hecho algún tiempo atrás por lo ocurrido con el Jefe de Área y que nunca llegó  a manos de los superiores, ni figuró en mi legajo, el cual fue archivado sin ninguna mancha y  con excelentes notas de recomendación.

  Me saqué el saco y la corbata dejándolos en el respaldo de la que ya no era mi silla, al igual que un boxeador que cuelga sus guantes después de su última pelea , salí del Banco sintiendo cómo se cerraba la cortina metálica a mis espaldas, cuando crucé la calle desde el otro extremo me di vuelta para ver el edificio donde antes, a través de sus enormes ventanales veía pasar el mundo y aquél que había sido el mío, quedaba encerrado para siempre en esa enorme habitación de cristal.-


                                                                                                           CESO

martes, 3 de abril de 2012



DE VISITA AL CEMENTERIO


   Este relato quizás para algunos les resulte cómico y a otros de un humor negro de todos modos sucedió y se los voy a contar.

 Mi madre que ya cuenta con sus 94 años y una memoria privilegiada,  me invitó para que la acompañara al Cementerio de la Capital.

 Cuando le dije que sí y a que hora quería ir me dijo: no muy temprano, que  alrededor de las 10:00 h. estaría bien.
 Como yo estoy de vacaciones me dije que bueno, me levanto alrededor de las 9:00 h me doy una ducha y a las 10:00 h estoy listo para salir con tan bella dama.-

 Mi Madre se acostó tan feliz de nuestra cita que se levantó a las 7:00 h de la mañana y no quiso volver a la cama por el temor de quedarse dormida, se puso a preparar su desayuno, cuando se le ocurrió encender el televisor para que el tiempo pasara mas rápido, solo que como es un poco sorda levanto tanto el volumen que nos despertó a todos y no teniendo mas remedio nos levantarnos quedándonos con ella para hacerle compañía.

 Ya cerca de las 10:00 h pedimos un taxi para que nos llevara, ella estaba elegantísima, con un collar de perlas negras, sus lentes para el sol y su bastón con empuñadura de plata, regalo de unos de sus nietos, no quiso colocarse el audífono porque dice que le molesta, me parece que fue porque desentonaba con el color de sus zapatos.-

 Cuando llegamos el taxi nos dejó por pedido de mi Madre por una calle que divide al  cementerio  no siendo esta la entrada principal.

 Al entrar lo encontró sumamente cambiado y mucho mejor organizado y limpio. Por una ordenanza Municipal ya hace varios años no se entierra mas a nadie en ese lugar, a pesar que existe en donde está enterrada mi Abuela un lugar para sus hijos/as,  solo que cuando la prepararon (a la tumba)  para tal fin se olvidaron de las esposas y esposos de los difuntos, que también iban falleciendo, dándose cuenta de ello cuando las cuñadas aun vivas, pegaron el grito en el cielo cuando intentaron colocarlas ahí junto a sus esposos, aquí no hay lugar para ellas/os dijeron, teniendo que intervenir los hijos y ahí en ves de descansar en Paz terminaron todos peleados, dando como resultado que mi pobre Abuela terminara casi sola y la familia mas desparramada que si hubiese pasado un huracán.


  De todos modos mi Madre, en primer lugar ya se gano su lugar en el cielo y en la tierra es propietaria de 1 (un) metro cuadrado de tierra, de la cual no tengo ninguna intención de heredar, en un Parque Jardín (así se llaman ahora) en las afueras de la Ciudad,  donde descansaran sus restos bajo un arbolito como ella quiere, y que según como me lo describió pues no quise ir por el momento a verlo, ya voy a tener tiempo, como un lugar muy hermoso, lejos de los típicos Cementerios que parecen ciudades donde a pesar que ahí están sus muertos todavía consiguen despertar la envidia de algunos vivos con sus majestuosos mausoleos o decir entre líneas lo poderosos que fueron cuando vivían, despertando la ira y rabia de algún acreedor,  alguien dijo: “ Para que quiero ir envuelto en oro, si no tendré para el regreso”. En fin así es la muerte.-

 Caminamos por su calle principal de adoquines, donde mi madre encontraba mucha dificultad para caminar, debiendo hacerlo muy lentamente, de todos modos no había ninguna prisa para llegar a la tumba, de los que íbamos a visitar. A  cada 25 m salían angostos senderos laterales entre medio de las miles de tumbas que allí se encontraban, hasta que llegamos a un paredón de unos 4 m de altura donde también se colocan a los muertos en vez de ser enterrados, totalmente abandonado y sucio,   fue ahí nuestra primera escala, dejamos flores, mi madre quedo emocionada, mientras yo pensaba en una de las rimas de Bécquer donde en unas de ellas dice, Dios mío, que solo se quedan los muertos, creo que después de tantos años entendí por fin esas palabras.

  Regresamos por el mismo sendero lateral hasta encontrar la calle principal, mi madre a cada momento me preguntaba la hora, pues tenían miedo que cerraran el Cementerio a pesar que era medio día y nos dejaran encerrados.

  Continuamos caminando por la calle principal para ir buscando la salida, que se veía a unos 200 m ya que se alcanzaban a ver los autos pasar. Después de andar algunos metros siempre custodiados por los enormes mausoleos que iban quedando a nuestras espaldas, llegamos a la tumba donde se encontraba mi Abuela acompañada por su esposo mi Abuelo y una Tía hermana de mi Madre que murió muy joven y que justamente se encontraba allí por no haber tenido tiempo de casarse, menos mal, sino mi mamá hubiese sido de Padres desconocidos y mi Abuela soltera.-

  Le dejamos unas flores y continuamos con la excursión, nos quedaban 150 m todavía hasta la salida, que en realidad es la Entrada principal ya que nosotros lo hicimos como les dije por una calle de atrás, cuando a mi madre le vinieron deseos de orinar, consultamos a unos de los cuidadores y nos dijo que el baño se encontraba al lado de la entrada  del cementerio.
Su rostro comenzó a cambiar de expresión, Ay!! decía, no voy a llegar, eso comenzó a preocuparme, llevarla en mis brazos no podía porque es media gordita, cuando se le ocurrió la idea de hacerlo detrás de un mausoleo, pero no uno cualquiera, ya que si lo hacia, tenía que ser uno de la alta alcurnia, no era cuestión de caer tan bajo. Me imaginé el escenario y tuve que contener la risa para no contagiarla y empeorar mas la situación.-

  Entonces como si sus ganas fuera mayor que su deseos comenzó a caminar mas ligero y así llegamos a la entrada; solicitamos la llave del baño al recepcionista, un hombre alto y delgado con cara de pocos amigos,  parecía que lo habían elegido no solo por su carácter, sino por su figura, para que de esa manera  no desentonara con el Cementerio. 

  A los pocos minutos mi Madre salió con una amplia sonrisa de satisfacción, pero en vez de dirigirse hacia la salida y como quien no quiere la cosa caminó unos metros hacia el lado opuesto y sin querer, eso lo que me dio a entender, se encontró con la tumba del que había sido su primer amor, muerto allá por el año 1933 a los 18 años cuando ella tenia solo 15 años de una enfermedad de la que hoy tendría cura. 

Y siendo así quizás yo no hubiese nacido y ustedes se hubiesen perdido de este relato.-

  
                                                                                                                                                                                                                                        

                                                                                         CESO