jueves, 12 de abril de 2012




UN SACO Y UNA CORBATA  EN EL REPALDO DE UNA SILLA


   Desde los enorme ventanales del edificio que parecía un escaparate, veíamos pasar el mundo.
   En esa enorme habitación  de cristal  donde podían verse camisas almidonadas y trajes brillantes por el uso, se encontraba sentado en su escritorio sin levantar la vista  y llevando la contabilidad de unos de los Bancos del lugar fuera del horario de atención al público, Eusebio Leguizamón, el gordo  Leguizamón  como era conocido por todos,  de estatura mas bien baja y barriga pronunciada, con el pelo a la gomina siempre peinado hacia atrás , su cara redonda de grande papada y unos antejos de gruesos vidrios redondos tipo John Lennon cuyas patillas se perdía a los costados de su cara,  parecía el típico traga de la escuela, el que siempre le llevaba una manzana a la maestra y el tipo ideal para jugarle una broma, sobretodo porque era a pesar de tener casi cuarenta años, muy inocente. De vez en cuando levantaba la cabeza cuando algún cliente  golpeaba el vidrio desde la vereda para llamar su atención y ser atendido por la puerta auxiliar que quedaba al costado el Banco donde normalmente se manejaba el ordenanza fuera del horario bancario.
     Alquilaba una habitación en una pensión ubicada  a pocos pasos del  Banco,  la que  usaba solo para dormir, ya que su vida de lunes a viernes estaba allí, en medio de documentos, carpetas, libros de contabilidad  y miles de papeles como hojas secas de un crudo invierno amontonadas en un rincón por el viento como esperando ser recogidas por el placero del barrio.
   Los fines de semana se iba para la ciudad donde tenía un departamento, que nadie llegó a conocer; cuando llegaba el día viernes se apuraba mas de lo normal para, de esa manera; quedar liberado temprano y poder tomar el transporte de las 18 h que lo llevaría hasta la Capital, al despedirse de nosotros siempre decía la misma frase:

- Hasta el Lunes compañeros, me voy a mi casa “y a vivir la vida no mas” !!! 

    No se entendía que quería decir con eso de “ Y a vivir la vida”, de todos modos repetíamos a coro, hasta el lunes Gordo, cuídate.

    Un día lunes, después de un largo feriado que había comenzado un Jueves, al entrar al Banco dos horas antes  que el ordenanza levantara la cortina metálica y retirara la traba a la puerta principal para la atención de la clientela, sentimos, a medida que íbamos entrando por la puerta lateral un olor nauseabundo dentro del recinto y no se sabia de dónde provenía, en la cocina no había nada que lo delatara, del sótano donde se encontraba el deposito de talonarios, viejos legajos y planillas diversas no provenía, entonces, de dónde sale ese olor nos preguntábamos.
    A los pocos minutos llegó Leguizamón, entrando como si fuera un huracán, con la corbata fuera del traje y media camisa salida por afuera del pantalón, y antes que alguien le hicieran alguna pregunta,  abrió  un cajón de unos de los muebles, el olor se hizo aun mas penetrante e insoportable, luego sacó  un paquete envuelto en diarios, al abrirlo había un pollo crudo ya de color verde de podrido,  un cliente se lo había llevado de regalo aprovechando el largo feriado para que se lo hiciera al horno con papas y disfrutarlo ese fin de semana  y él lo dejo como un huérfano abandonado a su suerte durante todo el fin de semana  ahí guardado.
     Salimos todos del lugar a modo de evacuación, dejándolo solo con la prueba del delito, el gordo lloraba sin saber que hacer, no sabíamos si lo hacía por la situación en que se encontraba o por haberse quedado sin su pollito al horno.
     El olor duro varios días en irse del todo, solo que los clientes al preguntar de dónde provenía ese olor tan desagradable, decíamos del gordo Leguizamón sin dar muchas explicaciones, la gente lo miraba con cierta desconfianza, y ninguno quería ser atendido por él a pesar de  su simpatía y contagiosa sonrisa; por supuesto que al cabo de unos días, comenzamos a explicarles el verdadero motivo del olor, pobre gordo, nunca se enteró el porqué del rechazo de los clientes hacia él.
    Éramos doce  empleados en la sucursal , entre el gerente, contador, tesorero, jefe de área, auxiliares contables y ordenanza, cada uno tenia su propia historia, sus dramas, sus conflictos y sueños.
   Casi siempre nos  juntábamos, sobre todo los fines de semana  o en algún feriado a comer un asado, algunos tocaban la guitarra, cantaban, contaban cuentos y otros recitaban poemas gauchos.
   Y así pasaban las horas entre risas, cuentos y mentiras piadosas hasta que comenzábamos a despedirnos y cada uno se iba para su casa.
    El día lunes llegaba tan rápido que parecía que nunca habíamos dejado ese recinto, y otra vez de saco y corbata con cara de empleados responsables y fieles cuidadores de las finanzas de nuestros clientes nos encontrábamos realizando nuestro trabajo.
   Cada uno tenía una función determinada ya que el banco se dividía en varios sectores y cada uno era responsable del mismo; por ejemplo estaba el sector de Caja de Ahorro, el de Cuentas Corrientes, Documentos Descontados, Giros y Remesas, etc.
    Yo estaba a cargo de la Secretaria de Gerencia, o sea era secretario del Gerente  dedicándome a la parte crediticia, por lo que debía tomar las Manifestación de bienes de nuestros clientes para ser clasificadas por éste, de esa clasificación surgiría el monto del crédito que recibirían.  Mientra mas capital poseían, mas alta sería la clasificación.
  Eso  incluía propiedades para ser hipotecadas,  todo el mobiliario que contenía el negocio, como así también los rodados que eran prendados, o sea que el cliente si quería progresar o necesitaba una ayuda financiera tenía que entregar el alma al diablo, lo triste era cuando no podían pagar esos créditos o se atrasaban en su devolución , comenzaban los juicios, desalojos y clausuras, eran esos los momentos en que hubiera querido que me tragara la tierra, fue muy desagradable ver a esa gente desfilar por los pasillos pidiendo al Gerente una segunda oportunidad para no perderlo todo y éste como si fuera Don Corleone, en la película El Padrino, me hacia una seña para que le alcanzara la carpeta donde contenía todos los datos del cliente y ver que otra cosa se le podía sacar al pobre hombre para terminar de estrujarlo.
  Si bien se trataba de mi trabajo, yo también formaba parte de ese sistema  Éramos usureros de traje, corbata y guantes blancos.
  Una vez creí haberme vengado a mi modo, el banco recibió de casa central una importante partida de dinero para ser  distribuida en préstamos personales para  la compra de artículos del hogar o para reforma de viviendas.  El gerente me dio la libertad para que yo los manejara a mi modo teniendo en cuenta el capital a repartir y que todos los requisitos solicitados como así también los formularios a llenar, estuvieran correctamente cumplimentados y  que él aprobaría no mas de dos préstamos por día.
    Fue así que cuando se  corrió la voz en el pueblo, comenzaron a llover las solicitudes y el cajón de mi escritorio a llenarse de carpetas inconclusas porque siempre faltaba algún requisito a completar por los futuros clientes.
    Los que las completaban enseguida, terminaban siendo, los hijos, hermanos, primos, sobrinos de los clientes que recibían el dinero enseguida;  siempre y cuando no vinieran con prepotencia, de lo contrario sus carpetas quedaban para el último y luego estaban los otros, los menos pudientes ( los que quedaban en la lista de espera porque siempre les faltaba algo a completar). Hasta que un día me llamó el gerente para comunicarme que en una semana se cerraban los créditos, que aquellos que no habían cumplido  con los requisitos quedaban afuera.
   Comencé a llamarlos uno a uno e incluso a ubicarlos en sus casas los que no tenían ni siquiera teléfono y los cité uno a uno en el Banco, algunos de los que llegaban eran mirados por los clientes mas antiguos con cierta desconfianza ya que sus vestimentas no eran las apropiadas para hacer ese tipo de tramites.
   Terminé completando sus carpetas con algunos datos falsos y tras un pacto ellos me prometieron que cumplirían con los pagos de las cuotas, de todos modos,  entre nosotros  si no lo hacían el banco no  iba a poder nunca ejecutar sus deudas, porque nada tenían materialmente para sacarles aunque espiritualmente lo tenían todo.
   Pero no fue necesario, porque los únicos que cumplieron con la devolución del mismo en cómodas cuotas fue justamente esa gente, los menos pudientes, los que me dieron su palabra sin necesidad de ningún papel de por medio, los que todos los meses se arrimaban hasta el sector donde me encontraba, para saludarme y extenderme sus ásperas manos a través del mostrador a modo de agradecimiento, debiendo morderme los labios en muchas ocasiones para que no se escapara una lágrima por sus actitudes tan nobles.

    Mario Fernandez era el mas alegre del grupo el que siempre estaba haciendo bromas, era el encargado del sector cuentas corrientes, o sea que al igual que yo, estábamos en sectores claves, ya que Mario conocía el capital de los clientes por los movimientos y depósitos que estos realizaban y yo por las manifestaciones de sus bienes,  conocía sus situaciones financieras.
  En ese entonces el banco decidió a manera de prueba cambiar el horario de atención al público, cuando se estaba acercando el invierno, en vez de abrir a las 8 h de la mañana decidió hacerlo a partir de las 11 h hasta las 15 h, y permitir entre las 12 h y las 13 h dejar salir a su personal en grupo de a dos por 15 minutos para comer algo, algunos preferían llevar su almuerzo y consumirlo allí mismo.
   A mi tocó salir con Mario, iniciándose la siguiente conversación por su parte:

 - Estaba mirando las cuentas corrientes de alguno de nuestros clientes, en especial los chatarreros ( así se le daba por  nombre a aquellos que vivían de  la compra y venta de cartón, papeles, botellas, vidrio, plástico, etc., es decir todo aquello que  es reciclable), es mas el dinero que depositan que el que retiran.

- Si, respondí, a mi también me llamó la atención  sus manifestaciones de bienes,    tiene varias propiedades, automóviles de marca y modelos nuevos y son  los que menos prestamos piden.

- No estará ahí el negocio?   ¿Y si nos dedicamos a juntar cartón, botellas y hacemos lo mismo?  _me preguntó.

 -  Puede ser le respondí, solo por cortesía sin prestarle mucha atención a su comentario final .

    Se produjo un silencio mientras cada uno pensaba a su modo en lo que acabábamos de conversar, pasándose así los 15 minutos que teníamos destinados para el almuerzo, obligándonos a regresar al Banco.


    Al día siguiente la misma rutina, llegó el medio día y salí con Mario para almorzar, iniciando nuevamente su conversación como si hubiese quedado inconclusa:

-  Estuve pensando en lo que hablamos ayer y me decidí, voy a comenzar con el  negocio ahora mismo, me dijo

   Y fue así que transitando con mi Pick up por el boulevard que nos llevaba hasta su casa  al pasar por los tantos negocios ubicados a cada costado del mismo, una de las tiendas que se dedicaba a la venta de artículos para el hogar había dejado  un montón de cajas de cartón apiladas en la vereda para ser llevadas supongo por el basurero.

-  Estas viendo, me dijo Mario, detené la camioneta, se  bajó de la misma ,se quitó  el saco, colocó el  extremo de la corbata dentro de la camisa , se arremangó y  comenzó a cargar todas las cajas.
  
-  Vamos, dijo, que todavía nos quedan 10 minutos más antes de  volver al banco.  

     Y  así cada dos o tres tiendas me obligaba a parar para cargar más y más cajas, papeles y todo lo que él  consideraba de importancia.
   Luego íbamos hasta su casa a descargar su botín y nos volvíamos al  Banco sin haber probado bocado.
   Hasta que un día al entrar al banco, vimos al gerente que se encontraba parado en la puerta de su despacho:

-  FERNANDEZ, GONZALEZ, dijo con vos de mando, ¿serían tan  amables de acercarse a mi  oficina ?

  Nos miramos con Mario y sin decir nada nos encaminamos por el pasillo, la puerta estaba abierta y al asomarnos escuchamos la voz del gerente nuevamente :

-  Pasen criaturas y  cierren la puerta  por favor.

     Así lo hicimos, y sin mas preámbulo, después de invitarnos cordialmente a tomar asiento nos dijo:

-   Pero muchachos, que están haciendo, déjense de embromar, ¡cómo puede ser que  estén haciendo estas cosas !, el banco es como un Templo, con normas y ética, que tienen que seguir y respetar,  son ustedes los representantes de esta noble entidad y  tienen  que dar el ejemplo.

- No sabemos de que esta hablando Don Alfredo, dijo Mario  tragando saliva y  haciéndese el  victima.

-  No sabemos de que esta hablando Don Alfredo - repitió nuestro jefe conteniendo su ira, -agregando no se haga el estúpido, que de ranas como usted  tengo la sartén llena y justamente usted  es el que esta mas  comprometido - y dirigiéndose a mi , el cómplice, me dijo, - con usted tendré otro tipo conversación-.

   Me hundí en el sillón lo mas que pude deseando con todas mis fuerzas que me tragara en ese mismo instante, ya que nos habíamos dado cuenta porqué nos encontrábamos ahí, frente a  don Alfredo  ya que como todavía estábamos en horario bancario no podía levantar mucho la voz por lo que solo se limitaba a ponerse cada vez mas colorado de rabia que parecía a punto de explotar. Y ante el temor que eso sucediera nos dijo:

-   Pueden irse por ahora, con usted  Gonzalez, queda algo pendiente.

  Salimos con Mario,  una vez fuera del despacho, nos miramos y empezamos reírnos de nervios o porque de alguna manera habíamos roto con toda esa burocracia, falsedad y personas intocables.  A partir de ese momento dejamos de ser robot, para convertirnos en personas de carne y hueso, creo que nuestros pensamientos coincidieron, quizás sentíamos un poquito de vergüenza por lo ocurrido, pero no arrepentimiento, que se vayan al diablo dijimos.
   El Banco cerró sus puertas a las 15 h.  
Habían dos o tres clientes todavía por atender, el jefe de área, un flaco alto, de nariz pronunciada y de orejas grandes como dos radares de la NASA y perpendiculares a su cabeza , quien no me tenía mucha simpatía porque mi jefe directo era el gerente, se acercó a mi escritorio y colocando una mano debajo de la axila y la otra con el dedo índice  levantado a modo de acusación dijo  provocándome:

-   ¿No le da vergüenza, Gonzalez?  deberían pedir los dos disculpas por haber  manchado el nombre de esta “noble Institución” y a cada uno de nosotros por sus actitudes.  ¿Que es eso de andar por las calles recogiendo basura como si fuera pordioseros?  y nada menos siendo funcionarios y guardianes, como dice Don Alfredo de este “Templo” fundado por nuestro mentor y padre, nada  menos que el Dr. Carlos Pellegrini
  
 Me levante de mi silla, apoyé los nudillos de mis manos en el escritorio y con toda mis fuerza le dije:

-   Porque no te vas al diablo alcahueta !

-  ¡Aaaaa ay !, dijo asombrado, con voz de pito y yéndose espantado.

    Acababa de decir eso, cuando lo veo a Don Alfredo en la puerta de su despacho, haciéndome señas para que fuera hasta allí.
   Me convidó a entrar, me dijo que cerrara la puerta y con voz paternal me preguntó que me estaba pasando, que nunca me había visto así de agresivo, que si era su secretario era porque confiaba en mi y no quería cambiar de opinión.-.
   Le pedí mil disculpas, y le prometí que esta sería la primera y única vez que me tendría que llamar la atención, no solo por lo sucedido recientemente sino por lo anterior también.  De todos modos yo sentía un gran aprecio por Don Alfredo.-
  Igual  fui notificado por escrito, ya que Don Alfredo tenía que dar el ejemplo ante el resto de sus subordinados y de alguna manera para calmar al Jefe de Área que se sentía totalmente ofendido como una mujer despechada, y que si hubiera por él yo terminaba en la calle.-
  Los días continuaban pasando, lo de ser chatarrero quedó como una anécdota, hasta que un día lunes llegaron dos policías solicitando hablar con el Gerente, como yo era el que los debía anunciar, los hice pasar una vez que el Gerente medio el sí, pero antes de cerrar la puerta busqué la silueta del jefe de área y allí estaba con sus orejas que comenzaban a moverse para todos lados como buscando una señal satelital y de esa manera intentar escuchar lo que los dos Policías tenían que decir, busqué su mirada antes de  cerrar la puerta practicante en su cara quedándome adentro del despacho sabiendo la rabia que le iba a dar con mi actitud.
   Pero esta vez no venían a solicitar un crédito ni nada parecido, venían a darnos una mala noticias, Eusebio Leguizamón, el querido gordo Leguizamón, había fallecido en su departamento de la Capital victima de asfixia a causa de un calefactor instalado sin ventilación alguna, lo encontraron solo al igual que aquel pollo huérfano y abandonado por él meses atrás.
  El viernes se había despidió de nosotros como todos los fines de semana lo hacía con su amplia sonrisa:

-  Hasta el Lunes compañeros, me voy a mi casa, “y a vivir  la vida no más” !!! 

   Estas son las ironías y las bromas de esta vida.

  Al poco tiempo renuncié al Banco para dedicarme a otra cosa, me hicieron una pequeña despedida, y cuando estaba retirando las cosas de los cajones de mi escritorio, el gerente del banco me llamo a su despacho, abrió su pequeña caja fuerte y extrajo de una carpeta personal,  un  documento en  que se alcanzaba a ver mi firma, me lo entregó para que hiciera con él lo que quisiera,  se trataba de la notificación que me había hecho algún tiempo atrás por lo ocurrido con el Jefe de Área y que nunca llegó  a manos de los superiores, ni figuró en mi legajo, el cual fue archivado sin ninguna mancha y  con excelentes notas de recomendación.

  Me saqué el saco y la corbata dejándolos en el respaldo de la que ya no era mi silla, al igual que un boxeador que cuelga sus guantes después de su última pelea , salí del Banco sintiendo cómo se cerraba la cortina metálica a mis espaldas, cuando crucé la calle desde el otro extremo me di vuelta para ver el edificio donde antes, a través de sus enormes ventanales veía pasar el mundo y aquél que había sido el mío, quedaba encerrado para siempre en esa enorme habitación de cristal.-


                                                                                                           CESO

6 comentarios:

  1. Me encantó el cuento.Los ingredientes que lo componen son muy variados.Es divertido,emocionante,risueño y tiene una pequeña cuota de tristeza,inevitable en la vida de todos nosotros,los mortales.

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    1. Mi ET favorita, muchas gracias por haberse tomado el tiempo de leer este cuento y por sus elogios.

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  2. Sempre que leio suas histórias me impressiono com os detalhes e observações ao relato que passa aos leitores com uma linguagem transparente, envolvente e intensa..
    Em toda profissão sempre haverá um amanhã e novas oportunidades para fazermos o melhor. Isto me faz lembrar a frase de Mahatma Gandi que segue:

    "Aqueles que têm um grande autocontrole, ou que estão totalmente absortos no trabalho, falam pouco. Palavra e ação juntas não andam bem. Repare na natureza: trabalha continuamente, mas em silêncio."

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    1. Como siempre usted es generosa de más, gracias por sus palabras que logran acrecentar mis deseos de continuar escribiendo.-

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  3. He leído un cuento muy novedoso; por supuesto, no común.
    Su narración es muy familiar y sus personajes entre compañeros de trabajo de una antigua data que al recordarla el narrador la describe sin perder detalle y creatividad, es un relato corto sin perder detalles importantes en cada uno de sus personajes dónde el autor ha puesto todo su empeño para hacerla compresible para los lectores que gustan de la simplicidad cotidiana.-
    C.L.O.S. (Universo)

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    1. Recibir el comentario de una escritora ya consagrada como lo es usted me llena de orgullo, usted sabe que soy su fans número uno.
      Muchas gracias por sus conceptos.-

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