
(RECORDANDO A MI PADRE)
FRAGMENTO
Tomé el ómnibus que pasaba por
la esquina de mi casa, y que me dejaba a tres cuadras de la
Avenida Argentina y
a una mas de la tienda de antigüedades.
Hacía mucho tiempo que no usaba este servicio, normalmente prefiero moverme
en taxi y de vez en
cuando con mi auto, solo
que hoy en día salir con él significa
un gran stress que comienza con la locura del transito, luego como una
misión imposible al intentar estacionarlo cerca del lugar a donde uno se
dirige que normalmente termina siendo a varias cuadras y luego al bajar disfrazando una sonrisa de
triunfo por haberlo logrado, se termina apagando cuando aparece no sé de dónde
como un fantasma el cuida coches, con una rejilla húmeda y toda
sucia colgada de su hombro y con un palito que lo mueve
hábilmente para todos lados en su boca diciendo:
que se lo
lavemo (lavemos) todo…
Subí al colectivo, me senté en unos de sus asientos junto
a la ventanilla, podía elegir ya que cerca de ahí comienza su
recorrido por lo que estaba casi vacío.
De repente vino a mi mente la imagen de mi querido y
fallecido Padre, recuerdo que los fines de semana le gustaba ir a pescar, yo
era un adolescente de unos 15 años de edad y lo acompañaba porque me daba
pena que se fuera solo. A pesar de ello al subir al colectivo que
nos llevaba hasta la playa, ya que mi casa quedaba a unas 30 cuadras de la
misma y al estar el colectivo vacío, me iba al fondo para sentarme en el
último asiento, cosa de adolescente prejuicioso, mientras que mi Padre lo hacia
en el primero que era individual junto a la puerta donde la gente
subía, era gracioso verlo con su gorra tipo boina con visera, su
cajita de madera con todo los accesorios, tanza, anzuelos, pinzas, etc.
que descansaba entre sus piernas, mientras su caña de pescar de dos tramos
quedaba apoyaba al costado de su asiento. Creo que nunca nadie en la vida
pesco tanta gente como lo hizo mi Papá, ni el mas hábil de los
pastores protestantes, ya que cada persona que subía al colectivo se
agarraba de la caña, es mas algunos no la soltaban por un largo tiempo
pensando que era un accesorio del propio colectivo, hasta que se
daban cuenta y pedían disculpas.
En fin, como les decía, me senté
en unos de sus asientos, no precisamente en el ultimo sino en el primero.
(Mar del Plata, 1969)
CESO
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