lunes, 28 de mayo de 2012


UN DULCE RECUERDO


                                             Con su impecable guardapolvo blanco que tapaban  su pronunciada barriga, sus zapatos negros bien lustrados aunque con el cuero ya ajado por el uso, se encontraba Renato el peluquero del barrio realizando su trabajo con un placer que contagiaba, con las tijeras en una mano y en la otra el peine sus ágiles manos se movían de tal manera que de lejos parecía que estaba dirigiendo una orquesta;  no se como hacia, pero al golpear las tijeras contra el peine emitía un sonido como si tuviera un par de castañuelas.

                                        Una vez terminado su trabajo y de haber retirado los pelos, con una especie de brocha  untada con talco, que quedaban atrapados entre el cuello del cliente y una especie de capa sin mangas para proteger el resto de la ropa, mostraba con otro espejo con orgullo el trabajo terminado.-

                                                  Hernán tenía unos 10 años cuando frecuentaba la misma  a pesar de tener el pelo corto, solo que Renato, el peluquero,  no lo sabia y nunca lo supo  que Hernán estaba perdidamente enamorado de su hija de solo 8 años de edad.-
   Por supuesto que se trataba de esos amores platónicos propios de la edad, ya que ella, me refiero a su hija ni siquiera le prestaba la menor atención.-

                                                Siempre que iba a la peluquería la veía a través de la puerta de madera y vidrio que daba a la sala de su casa jugando con sus muñecas, siempre con su vestido almidonado tipo campana, con sus medias blancas 3/4, así se las llamaban porque dejaban descubiertas las rodillas y unos zapatos de charol negros con un botón a cada costado para sujetarlos y cerrando todo el escenario, como broche de oro un enorme moño azul en el cabello sosteniendo su cola de caballo.-

                                        De vez en cuando entraba a la peluquería para pedirle dinero a su Papá para realizar algún mandado y Hernán temblaba de emoción al verla tan bonita y graciosa dejando escapar un suspiro, pero ella lo ignoraba por completo.-
 Como no  estaba tan apurado para que  lo atendieran, dejaba a veces pasar algunos clientes al frente; cuando le tocaba su turno, Renato siempre le preguntaba lo mismo:

      -    Y como quiere que le corte el cabello mi amigo (sabiendo ya la respuesta y lo que luego 
            sucedería, solo que sin importar la edad, siempre respeto mucho a sus clientes)-

     -     Corte un poquito de cada lado.

     -     Esta seguro?

-       Si, si, le respondía, sabiendo que a la media hora estaría de regreso para cortarlo mas corto pues no estaban los tiempos para volver cada 15 días.

     A Hernán le daba mucha vergüenza, solo que el costo valía la pena ya que volvería ver a su hija una vez mas.-

                                    Y así se pasaban los días, entre mandados y juegos ya que para cada ocasión tenían uno diferente, primero eran las figuritas, luego venia el trompo, después las bolitas y por último el montar barriletes, todo esto con algunos partiditos de fútbol intermedio que organizaban en forma inmediata, improvisando una  pelota de trapo con medias en desuso, el problema se producía cuando la pelota caía al agua, nadie quería recibirla porque al girar la misma y al estar tan empapada  salpicaba a todo el mundo, agravándose el problema cuando golpeaba contra la pared de la casa de algún vecino manchándola toda, ahí se producía las mayores corridas cuando el dueño de casa salía con una palo de escoba a correrlos sobre todo a la hora de la siesta, que se extendía en verano entre las 12 del medio día y  las 17 h. 
    Al ser los días tan calurosos, los negocios permanecían   todos cerrados entre esos horarios.  
Es cuando los niños  aprovechaban para vestir unas bermudas, sin camisa y unas hojotas,  e irse a bañar algún canal de riego que pasaba costeando el barrio y de esa  manera  sus mamás poder  lavar la ropa y luego plancharla para tenerla impecable para salir de casa cuando caía el sol,   es decir era la misma remera y  pantalón de siempre pero como digo recién lavados y planchados eran otra cosa, y así como unos caballeritos intentar entrar en el juego de las niñas, que eran,  o saltar la cuerda, jugar a la rayuela o improvisar algunos cánticos traídos de Europa, que nadie entendía, como Sobre el puente de Aviñón, todos bailan todos bailan, sobre el sobre el puente de Aviñón todos cantan y yo también ... o  La farolera tropezó y en la calle se cayo...


                                         Realmente ahora me parece gracioso, pero en la mente de un niño era todo un desafió sobre todo estar delante de las niñas y muy cerca de la hija del Peluquero, que apenas el último  rayo de sol se ocultaba en el horizonte, se acababa el romance, porque la Mamá la llamaba para que entrara a su casa, ya que consideraba que ya era muy tarde.-


                                        Los días domingo la cita era a la misa de las 10 h., la ropa había sido lavada la noche anterior, y en vez de zapatillas,  lustraba sus zapatos que se veían impecables, por arriba, ya que la suela contaba con dos enormes agujeros cada uno que tapaba con unas plantillas hechas de cartón.
   Al salir de casa debía esquivar todo charco de agua o barro sino antes de llegar a la Iglesia el cartón  ya habría desaparecido.-


                                          Todo  marchaba sobre ruedas, el peluquero se encontraba con su esposa y su  amor, bueno su hija,   sentados en la primera fila, y Hernán  sentado con sus amigos en el banco de al lado hasta que al Padre Juan, así se llamaba el  sacerdote de la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús, se le ocurría que debían arrodillarse, sobre todo cuando después de haberse confesado tenían  que ir al frente a tomar la comunión y por supuesto arrodillarse, ahí es cuando le corría una gota de sudor por su espalda, y las orejas comenzaban a entrar en calor,  ya que no tenía como ocultar los agujeros de sus zapatos, hasta que se le ocurrió que la única manera de estar de frente al publico era volverse monaguillo o sea ayudar al sacerdote a dar la misa.-


                                       Y fue así que después de estar una semana por la tarde practicando ayudo a dar la misa el  Domingo siguiente, solo que le toco, en vez de una campanita que debía tocar cada vez que el Sacerdote se arrodillaba,  llevar una especie de copa metálica atada a unas cadenas donde salía humo, lo que se llama incienso encendido que en la medida que uno lo balancea  de un lado a otro, aviva al incienso encendido saliendo  por unos agujeros mas humo de lo normal  que no lo dejaban respirar, intentando en todo momento evitar toser cosa que no lo pudo lograr interrumpiendo al Sacerdote en varias ocasiones, de todos modos estaba frente a su amor por lo que de los nervios balanceaba cada ves mas de prisa el envase haciendo que el humo al estar Hernán arrodillado, fluyera de abajo hacia arriba, pues el Sacerdote tenía oculto debajo de la mesa donde  descansaba una enorme Biblia un pequeño ventilador, de tal manera que se formo una humareda, convirtiendo al altar en un escenario y al Sacerdote en un cantante de una de la mejores banda de rock saliendo entre la humareda.-.-

                               Al terminar la misa, antes que el mismo  le llamara la atención, Hernán había huido no queriendo saber mas nada del asunto, de todos modos la carrera de sacerdote no era para Hernán ya que practican el celibato eso no estaba en sus planes.

                              Sumado a todo esto, y para colmo de males el  cabello de Hernán no crecía lo suficiente para volver mas seguido a la peluquería, sin la necesidad  de haberse convertido en monaguillo, ya que el domingo venidero eran muchas las explicaciones que debería darle al Padre Juan.-

                                Y llego el día…, se puse lo mejor que tenia, es decir la misma remera y pantalón de siempre, limpió sus zapatillas con tiza blanca que traía de la escuela para ser usada en ocasiones especiales, la mojaba y la pasaba sobre la tela de las mismas, cuando se secaba quedaban impecablemente blancas,  solo que tenia que tener la precaución de no golpear muy fuerte el pie en el piso para evitar  el polvo blanco que se desprendían de ellas y saliendo de su casa y  antes de tentarse con otra cosa se fue directamente a la peluquería.-

                                 Al llegar se llevo una gran sorpresa ya que la misma se encontraba cerrada, le extraño mucho, pero sin mucho preámbulo decidió volver al día siguiente, paso por la vereda por dónde normalmente jugaban las niñas, pero su amor no estaba ahí, por lo que esta vez decidió volver a su casa para realizar la tarea que tenia atrasada y  ver a su Madre feliz de saberlo  en casa.-

                                 Al día siguiente ocurrió exactamente lo mismo, la peluquería permanecía cerrada, dio la vuelta y golpeando las manos por los fondos de la casa fue atendido por una señora que nunca había visto informándole que Renato, el peluquero había caído enfermo y se encontraba internado en la Capital y que su familia había viajado para acompañarlo.-
   Sintió una gran desilusión, sin darse cuenta de la situación e inocentemente, lo único que se le ocurrió pensar era que su amor se había ido sin despedirse de él.-

                                     De rabia, con el dinero que tenia para cortarse el cabello, se fue a comprar un helado, cruzo la calle , fue hasta la plaza, se sentó en unos de sus bancos y con la mirada perdida pensando en todos los sacrificios que había hecho por amor,  devoro todo el helado,
sabiendo que el costo a pagar iba a ser muy alto, quizás un buen coscacho o un buen  tirón de orejas por parte de su Papá, por haberse gastado el dinero en otra cosa,  pero nada iba a ser peor que lo que había hecho su amor al irse sin avisarle.-

                               Renato, el peluquero no volvió nunca mas, su familia vendió la casa, la peluquería desapareció y su primer amor de ocho años junto con todos sus sueños quedaron en su recuerdo, unos de los recuerdos mas dulces de los tantos que las personas guardan a través de los años.


                                                                                                                                CESO

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